La ilusión, las ganas y la esperanza protagonizan el regreso de los alfombristas al magno tapiz dos años después

Brillo en los ojos, ganas en sus manos, esperanza en las palabras. El regreso a una de las tradiciones más bonitas del mundo, la de elaborar la alfombra de tierras del corazón de La Orotava, se vive con un gusanillo de ilusión en el vientre, ese que la pandemia dejó encerrado en casa el año pasado. Ahora, tras casi dos años sin pisar la plaza, los alfombristas vuelven a reunirse para dar vida a un tapiz cuyo deseo es homenajear a los que ya no están y devolver la esperanza a toda una Isla. Las ganas y la emoción se respiran en cualquier esquina. «Hemos vuelto».

Los alfombristas trabajando en el gran tapiz.

«Lo estábamos deseando», asegura Miguel Hernández mientras continua echando tierra de colores a los adoquines de la plaza del Ayuntamiento. «Por fin llegamos a ver la luz al final del túnel», sostiene el alfombrista, quien reconoce que «el año pasado fue muy triste, sentimos que se había parado el mundo». Y es que la covi-19 obligó a cancelar, por segunda vez en la historia, la realización de la alfombra del Corpus Christi de La Orotava en la plaza, un hito que dejó una huella de pena en todos los villeros. Más aún en aquellos que llevan en la sangre lo de crear bellos tapices.

Así lo recuerda Jesús Bautista, quien admite que «me faltaba algo». «Estuve en casa, tranquilo, pero se echo mucho de menos venir a la plaza», añade. Él, como todos sus compañeros, brincó de emoción cuando supo que este año sí que podrían hacer lo que más les gusta: engalanar la plaza con una obra de tierras del Parque Nacional del Teide. Algo que, sin embargo, no estuvo claro hasta última hora. «Lo veíamos difícil, las restricciones iban cambiando de una semana a otra y con ellas nuestras esperanzas de hacer la alfombra» explica David García.

Finalmente, y aunque con unas dimensiones más pequeñas de las habituales, la Orotava tendrá su magno tapiz un año más. Una creación para la que los alfombristas ya llevan juntándose en la plaza alrededor de un mes. Eso sí, con máximo control, mascarillas y gel, y grupos burbuja. «Se están tomando todas las medidas necesarias para que los trabajos se desarrollen con seguridad» apunta García. Y aunque sea con mascarilla, tras casi dos años sin verse las caras, la alegría ha sido desbordante. «Formamos un gran equipo y el ambiente es de lo mejor», apunta Vicente Camejo, quien añade que «estar aquí todos de nuevo y trabajar juntos es un enorme placer».

Trabajos en la plaza del Ayuntamiento de La Orotava.

Recoger las tierras

Han vuelto a la plaza y también a recoger las tierras de Las Cañadas. Una cometido del que se encarga Josito Alonso. «Me encantó volver al parque a por las tierras de colores. Tengo la esperanza de que esto va a continuar», asegura el alfombrista. Y tanto si lo hará. Este año, con una ofrenda que promete conmover corazones. «Se escuchan murmullos sobre lo que habrá bajo la carpa. Creo que cuando destapemos nuestro particular regalo la gente se va a sorprender mucho», agrega.

Y es que el magno tapiz del regreso tras una situación tan difícil no podía ser más que un homenaje. Un obsequio para aquellos que perdieron la vida debido a la pandemia y un aplauso para los sanitarios que han luchado al pie del cañón para afrontarla. Habrá también, motivos religiosos y elementos naturales, como lapas, burgados, conchas, dátiles y cañas, tal y como se hacía en las primeras alfombras. «Hemos adaptado el boceto muy rápido e incorporado novedades que creo que gustarán», señala Miguel Acosta.

Un alfombrista colocando conchas en la alfombra.

Alegría para el pueblo

Pero la ilusión no solo ha regresado a las caras de los alfombristas, también a la ciudad entera. Tomy Luis lo tiene claro. «Estamos dando una alegría al pueblo que ya lo necesitaba. Notamos la emoción de la gente que pasa por aquí y ve que se está haciendo la alfombra», comenta. Exactamente lo mismo que opina Mari Paz. «Hay más movimiento por las calles, esto es un chute de energía para todos», confiesa.

Y sobre todo para ellos, para las nuevas generaciones que vienen pisando fuerte y que auguran que ni una pandemia va a poder con este arte villero. «Desde chiquito he estado en la plaza y espero que nunca perdamos esta magia», sostiene Oscar Alonso. Su compañero, Alejandro González, lo confirma. «Lo vivo bastante, la emoción que se siente aquí no se puede explicar». Unos y otros, los de siempre y los nuevos, ha vuelto a la plaza. Dicen que de ahí nos hay quien los mueva.

Uno de los rostros del magno tapiz de este año.