Maripaz fue la primera alfombrista del magno tapiz de la Villa hace ya más de tres décadas, y aún hoy, a sus 78 años, participa con entusiasmo en esta confección

En un mundo predominantemente de hombres, apareció ella. Al principio costó. «Me culpaban de los errores», recuerda ahora con humor. No se dejó inquietar. «Apuntaba lo que hacía cada uno y así no había equivocaciones», rememora. Fue hace 30 años. Una amante de la pintura de Puerto de la Cruz se acercó en ese entonces hasta la plaza adoquinada de la Villa. «Quiero participar en la obra de arte más hermosa que he visto nunca», sentenció. Y así fue.

Maripaz repartiendo fotografías de la alfombra villera.

«Hoy no, que no tengo la comida preparada, pero mañana me tienes aquí», le espetó Maripaz Padilla a Ezequiel de León Domínguez, en ese momento director del magno tapiz de La Orotava. El alfombrista le había dicho que sí y ella, con las habilidades de pintura que había aprendido de su madre, no pensaba dejar escapar la oportunidad. Desde entonces, y aunque ahora ya haya soplado 78 velas, no ha faltado ni a un solo Corpus Christi. «No puedo estar en mi casa y saber que la alfombra está allí arriba», asegura.

Padilla es una de las pocas mujeres que ha participado en la confección de la alfombra de arena del Parque Nacional del Teide a lo largo de toda la historia de esta tradición villera. Para ella, es una parte fundamental de su vida. Por eso, no es de extrañar que apenas esté saliendo el sol, Maripaz se plante en el corazón de La Orotava. «Desde las ocho de la mañana estoy en la plaza. Soy la primera», afirma entusiasmada.

Al pie del cañón

Crear cenefas, rellenar pinturas, poner cañas… «Me da igual lo que haga con tal de participar en la alfombra», reconoce. Tampoco le importan las incomodidades. «Me duele la espalda y la cintura de estar todo el día agachada pero lo hago encantada». Y es que Padilla no es del pueblo, pero por su sangre corre el amor por el arte efímero. «Lo vivo más que alguna gente de la Villa», comenta. No hay duda.

Maripaz Padilla Hernández

Para ella, todas las obras son especiales. No se podría quedar con una, asegura que cada año, «hay algo memorable». Aunque, como a muchos, los ojos del niño de este 2019 «me robaron el corazón»: Al futuro solo le pide salud. Esa que le permita continuar al pie del cañón. «Ojalá pueda seguir muchos años, aunque sea para alcanzar los cuencos de arena al resto de alfombristas», señala. Ojalá el magno tapiz pueda disfrutar de ella mucho tiempo más. Porque el arte efímero es cosa de mujeres, es cosa de Maripaz.